La Historia antigua y moderna y los escritos del apóstol Juan
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El apóstol Juan escribió lo que se conoce como el cuarto evangelio como también tres cartas y el libro de Apocalipsis. Algunos se dan cuenta de esto, si bien algunos no desean creer esto:
The Huffington Post y otras publicaciones han explorado dos nuevos libros relacionados con la persona de Jesucristo y el Evangelio de Juan. Ambos libros descartan la posibilidad de que el apóstol Juan realmente escribiera el cuarto evangelio o que Jesús de Nazareth esté retratado de manera precisa en su contenido. Estas no son aserciones innovadoras. Ambos libros siguen viejas líneas de erudición y escepticismo que rechaza las afirmaciones de la divinidad de Cristo, la historicidad de sus milagros, y el activo teísmo que permea el registro del Nuevo Testamento. Pero muchos otros eruditos –los a menudo menos entrevistados en los medios– tienen una válida opinión contraria. Tanto interna como externamente hay fuerte evidencia de que el apóstol Juan estuvo detrás de la escritura del cuarto evangelio y que él compuso su relato con la exactitud de un testigo presencial y la pluma de un brillante pensador.
Si bien los dos primeros siglos del cristianismo fueron años de persecución y dispersión, causando estragos sobre el mantenimiento de los registros, nosotros tenemos claras indicaciones de que los primeros cristianos estaban confiados de la autoría de Juan del cuarto evangelio. Por ejemplo, Juan tuvo un discípulo llamado Policarpo (D.C. 69-155), un hombre joven que escuchó los sermones del apóstol en Éfeso, absorbió sus enseñanzas y se convirtió en obispo y mártir en cercanías de Esmirna. Policarpo tuvo un seguidor llamado Ireneo (D.C. 130-200), quien se convirtió en obispo de Lyons y quien escribió: “Juan, el discípulo del Señor, quien también se apoyó en él, él mismo también publicó el evangelio en Éfeso, cuando él estaba viviendo en Asia”. Así nosotros tenemos una cadena directa a evidencia temprana y testimonio personal que vincula a Juan con Policarpo y con Ireneo y que reconoce la autoría de Juan del cuarto evangelio.
Nosotros tenemos adicionalmente los escritos de Teófilo de Antioquía, quien murió en 181 D.C. Citando palabra por palabra de Juan 1: 1, Teófilo dijo: “Y de ahí los santos escritos nos enseñan, y todos los hombres que llevan el espíritu, uno de quienes, Juan, dice, “En el principio era el Verbo”.”
Luego está el Fragmento Muratoriano, una temprana lista de libros del Nuevo Testamento que da cortos relatos del origen y contenido de los libros canónicos. De acuerdo a este documento, el autor del cuarto evangelio fue el apóstol Juan.
Clemente de Alejandría (D.C. 150-215), un educador en Egipto, hizo una aserción similar: “Pero ese Juan, el último de todos, consciente de que hechos exteriores habían sido expuestos en los [primeros tres] evangelios, fue urgido por sus discípulos, y movido divinamente por el Espíritu, compuso un Evangelio espiritual”. En otras palabras, después de que aparecieron los otros tres evangelios, Juan fue urgido por amigos a escribir un relato que explicara los aspectos teológicos y espirituales de la persona de Cristo.
Además, nosotros tenemos el registro de Eusebio de Cesarea (D.C. 260-340), el “Padre de la Historia de la Iglesia”, quien tuvo acceso a documentos tempranos algunos de los cuales están ahora perdidos para nosotros, y quien vivió en Palestina en donde los eventos del evangelio tuvieron lugar. Él escribió que después del brote de persecución en Jerusalén los apóstoles fueron dispersados a través del mundo, y Juan fue a la Turquía de los días modernos y vivió en la ciudad de Éfeso. De acuerdo a Eusebio, no hubo debate acerca de la autoría del cuarto evangelio. Eusebio dijo: “Ahora permítanme indicar los indisputados escritos de este apóstol (Juan). Su Evangelio, leído por todas las iglesias bajo el cielo, debe ser reconocido primero que todo”. De acuerdo a Eusebio, Juan vivió en Éfeso, leyó los Evangelios sinópticos, les dio la bienvenida y afirmó su exactitud; pero deseando hacer algunos puntos adicionales, él compuso su relato.
Incluso en tiempos romanos entre crecientes dolores y persecuciones, nosotros tenemos testimonio de Europa (Lyons), el Medio Oriente (Cesarea), África (Alejandría), y Asia (Antioquía), todos atestando la autoría del cuarto evangelio. El erudito bíblico William Hendrickson dijo: “Tertuliano, Clemente de Alejandría, Ireneo, y Teófilo nos muestran que en el último cuarto del siglo segundo el cuarto evangelio era conocido y leído a través de todo el cristianismo: En África, Asia Menor, Italia, Galia, y Siria, y que él era adscrito al bien conocido Juan”.
Nosotros también tenemos un interesante descubrimiento ahora exhibido en la Biblioteca John Rylands en Manchester, Inglaterra, llamado el Fragmento Ryland. Él fue excavado hace casi cien años, justo cuando los eruditos estaban convencidos de que el cuarto evangelio no podía haber sido escrito en el siglo primero, estando tan desarrollada su filosofía y teología. Este pequeño pedazo de papiro fue encontrado en Egipto y fechado en los tiempos de Adriano, quizás cerca de 125 D.C. Él contenía líneas de Juan 18, lo que demuestra que el Evangelio de Juan estaba en amplia circulación con copias siendo leídas en Egipto en papiros dentro de unos pocos años de la muerte de Juan. Puesto que Juan es ampliamente aceptado como el último de los cuatro evangelios, este descubrimiento apoya la conclusión de que todos los cuatro evangelios fueron documentos del siglo primero que se esparcieron a través del mundo romano dentro de una generación.
Si algún otro antiguo texto fuera afirmado por esta clase de evidencia, su autoría sería virtualmente incuestionada. ¿Qué si estos primeros testimonios tuvieran mejor entendimiento de la autoría del Cuarto Evangelio que los bien intencionados escritores de hoy cuyas agendas están a veces influenciadas por presuposiciones anti-supernaturales? Yo no tengo ninguna duda en aceptar la opinión de que el apóstol Juan escribió este libro, y de hecho, yo no puedo imaginar que ningún otro pudiera haberlo hecho. De manera admitida, el cristianismo no se sostiene o se cae por la precisa identidad del autor del cuarto evangelio –el autor se identifica a sí mismo sólo como “el discípulo a quien Jesús amaba”. Pero él se sostiene o se cae sobre la identidad de Jesucristo y sobre si é era una leyenda, un mentiroso, un lunático, o la persona que Juan presenta ser –el Señor de todos.
Dejar a Juan ser Juan y a Jesús ser Jesús es una solución que me deja a mí intelectualmente satisfecho y espiritualmente enriquecido. Como dijo Juan cerca del final de su Evangelio: “Jesús llevó a cabo muchas otras señales en la presencia de sus discípulos que no están registradas en este libro. Pero estas están registradas para que ustedes puedan creer que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y que por creer ustedes pueden tener vida en su nombre.” FUENTE: http://www.huffingtonpost.com/robert-j-morgan/let-john-be-john-and-let-_b_3713609.html?utm_hp_ref=religion
Aquí está algo de lo que Teófilo de Antioquía reportó acerca de Juan y sus escritos:
Y por ello los santos escritos nos enseñan a nosotros, y todos los hombres [inspirados] que tienen el espíritu, uno de quienes, Juan, dice, “En el comienzo era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios”, mostrando que al principio Dios estaba solo, y el Verbo con Él. Luego él dice, “El Verbo era Dios; todas las cosas vinieron a la existencia a través de Él; y aparte de Él ninguna cosa vino a la existencia.” El Verbo, entonces, siendo Dios, y siendo naturalmente producido de Dios, siempre que el Padre del universo lo quiera, Él lo envía a Él a cualquier lugar; y Él, viniendo, es tanto visto como escuchado, siendo enviado por Él, y es encontrado en un lugar. (Teófilo de Antioquía. A Autólico, Libro II, Capítulo XII. Traducido por Marcus Dods, A.M. Extraído de Padres Ante-Nicenos, Volumen 2. Editado por Alexander Roberts & James Donaldson. Edición Americana, 1885. Online Edition Copyright © 2004 by K. Knight).
Eusebio reportó que al final del siglo segundo Polícrates de Éfeso escribió al obispo de Roma Víctor afirmando:
Nosotros observamos el día exacto; ni añadiendo, ni quitando. Pues en Asia también grandes luces han caído dormidas, que se levantarán de nuevo en el día de la venida del Ser, cuando él vendrá con gloria desde los cielos, y buscará a todos los santos. Entre estos está Felipe, uno de los doce apóstoles, quien cayó dormido en Hierápolis; y sus dos hijas vírgenes de mucha edad, y otra hija, quienes vivieron en el Espíritu Santo y ahora descansan en Éfeso; y, además, Juan, quien fue tanto un testigo y un maestro, quien se reclinó en el pecho del Señor, y, siendo un sacerdote, usó la platea sacerdotal. Él cayó dormido en Éfeso. Y Policarpo de Esmirna, quien fue un obispo y mártir; y Thraseas, obispo y mártir de Eumenia, quien cayó dormido en Esmirna. Por qué necesito yo mencionar al obispo y mártir Sagaris quien cayó dormido en Laodicea, o al bienaventurado Papirius, o a Melito, el Eunuco quien vivió completamente en el Espíritu Santo, y quien yace en Sardis, esperando el episcopado de los cielos, cuando él se levantará de los muertos? Todos estos observaban el decimocuarto día de la pascua de acuerdo al Evangelio, no desviándose en ningún aspecto, sino siguiendo la regla de la fe. Y yo también, Polícrates, el último de todos ustedes, hago de acuerdo a la tradición de mis parientes, algunos de los cuales yo he seguido de cerca. Pues siete de mis parientes fueron obispos; y yo soy el octavo. Y mis parientes siempre observaron el día cuando la gente saca afuera la levadura. Yo, por lo tanto, hermanos, quien he vivido sesenta y cinco años en el Señor, y me he encontrado con los hermanos a través de todo el mundo, y he ido a través de toda Santa Escritura, no estoy atemorizado por terribles palabras. Pues aquellos más grandes que yo han dicho ‘Nosotros debemos obedecer a Dios antes que a los hombres’ (Eusebius. Church History, Book V, Chapter 24. Translated by Arthur Cushman McGiffert. Excerpted from Nicene and Post-Nicene Fathers, Series Two, Volume 1. Edited by Philip Schaff and Henry Wace. American Edition, 1890. Online Edition Copyright © 2004 by K. Knight).
Hay también otro documento que fue descubierto hace unas pocas décadas que vincula al apóstol Juan con Policarpo de Esmiran. Él es conocido como los Fragmentos Harris. Aquí está algo de lo que él dice:
Policarpo… Él era… {un} hombre viejo, siendo de ciento c[uatro] años de edad. Él continuó caminando [e]n los cánones que él había aprendido desde su juventud de Juan el a[p]óstol. (Weidman, Frederick W. Polycarp and John: The Harris Fragments and Their Challenge to Literary Traditions. University of Notre Dame Press, Notre Dame (IL), 1999, pp. 43,44).
Los cánones que Policarpo aprendió del apóstol Juan habrían incluído el conocimiento de los escritos de Juan.
Juan, sus escritos, y sus enseñanzas eran conocidos. El mundo sería un lugar mejor si más gente los siguiera.