Obispos griegos retan la posición del Vaticano sobre Pedro y más
Escudo de Armas de la Iglesia de Grecia
COGwriter
Dos obispos Ortodoxos Griegos enviaron una carta al Papa Francisco desde Grecia. En esa carta, ellos retaban muchas cosas (ver Obispos Ortodoxos Griegos denuncian al Papa Francisco, la Iglesia de Roma, y el Ecumenismo como un plan Anticristo de los Masones Libres), pero hoy yo deseo mostrar sus visiones sobre por qué la posición del Vaticano sobre Pedro y Roma están en el error:
A Su Excelencia, Francisco
Jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano
Ciudad del Vaticano, Roma
Su Excelencia,
Con el debido respeto y sincero amor, nosotros le enviamos a usted esta carta Episcopal, el propósito de la cual no procede de ningún motivo egoísta, sino de puro y desprendido amor Cristiano, del deber Cristiano, de un esencial mandamiento de nuestra Salvador Cristo, Quien “desea que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad” 1 y finalmente de un cálido y ardiente deseo por su salvación…
El Segundo ‘Concilio’ Vaticano… no descuidó elevar y reforzar incluso más el oficio papal, incluso hasta el punto en donde algunos de los ardientes seguidores de la ‘Sede’ en el ‘Concilio’ dieron la impresión de que la cabeza de la Iglesia ya no era Cristo sino Pedro y a través de él el Papa.”
…
La afirmación de Su Excelencia de que, “En las relaciones ecuménicas es importante no sólo conocerse mejor unos a otros sino también reconocer lo que el Espíritu ha sembrado en los otros como un don para nosotros” es en sí misma una implementación de las decisiones del Segundo Vaticano Concilio, principalmente el “Decreto sobre el Ecumenismo”, de acuerdo al cual la Gracia del Espíritu Santo obra incluso fuera de la Iglesia. El Vaticano II expandió el concepto de la Iglesia y creó una nueva Iglesia”, que incluye incluso a los herejes y cismaticos.
Ustedes ven el decaimiento de su herejía. Ustedes ven que la solución es el retorno a la Ortodoxia, y sin embargo ustedes están preocupados acerca de perder la “primacía de Pedro”! No obstante, puesto que ustedes no están dispuestos a abandonar su preciosa “primacía de Pedro”, el colapso del pecaminoso edificio que se desmorona del Papismo está predeterminado. En la reciente entrevista de Su Excelencia con la revista italiana “La Ciudad Católica”, quizás inintencionalmente usted deslizó cómo el gobierno de la “iglesia” papista necesita cambiar. “Puede ser que sea tiempo de cambiar los métodos del Sínodo de Obispos, porque me parece a mí que el actual método no es dinámico”. En otras palabras, usted está consciente de que el despotismo del sistema papista ya no está más “de moda”, y ahora usted está buscando formas a través de las cuales salvar al papismo, que se está hundiendo continuamente en la increíble fosa de escándalos, algunos de los cuales han tocado incluso las cámaras papales. Es obvio cómo usted ya no pueden controlarse más a sí mismo –determinar las tendencias de sus Cardenales, quienes hace bastante tiempo dejaron de tomarlo a usted en cuenta. Los escándalos éticos y económicos están ocurriendo ahora justo bajo sus narices! Incluso un poderoso “lobby gay” ha sido formado en las profundidades del Vaticano! Pero su afirmación más interesante fue: “El conjunto esfuerzo de reflexión, mirar cómo era gobernada la iglesia en los primeros siglos, antes de la ruptura entre el Este y el Oeste, producirá fruto a su debido tiempo.”
El Concilio Ecuménico es el más alto criterio de eclesialidad. Para nosotros los Ortodoxos la forma más alta de gobierno eclesiástico es el Concilio Ecuménico, no un hombre, un “Papa”. Aquí esta nuestra esencial diferencia con el Papismo. Los Protestantes abolieron todo. Ellos son más honorables que ustedes. Ellos son más honorables porque ellos no quisieron conservar algunas de las tradiciones de la Iglesia que ciertamente la distorsionan. El Papismo, sin embargo, reemplazó al Concilio Ecuménico con el “Papa” e hizo de él una herramienta del Papismo, una sirvienta de los esquemas papistas. En la Ortodoxia el Concilio Ecumenico es, y será hasta el fin de los tiempos, la institución más alta en la vida de la Iglesia. Ecuménico significa un Concilio de todo el mundo. De acuerdo a la definición dada por Xenophon y en griego bizantino, es decir, en Románico Helénico, la palabra Ecuménico esencialmente significa el mundo habitado. De esta manera nosotros tenemos “Maestros Ecuménicos” o “Padres Ecuménicos”, etc. Así un Concilio Ecuménico es un concilio de todo el mundo que confronta los importantes problemas de fe y orden de la Iglesia. Los Concilios Ecuménicos presuponen una crisis en el cuerpo de la Iglesia, lo que significa que la salvación está siendo amenazada. Como la boca de la Iglesia el Concilio Ecuménico llega a proclamar, en toda situación, la Verdad que salva, de acuerdo a los Profetas, los Santos Apóstoles y los Santos Padres y Madres a través de todas las edades…
En adición, nosotros humildemente inferimos lo siguiente: El Apóstol Pedro no recibió del Señor ninguna “primacía” de administración o más poder que los demás apóstoles o cualquiera otro en la Iglesia (de acuerdo al consenso de los grandes Padres de la Iglesia acerca del verdadero significado de los versículos bíblicos), que lo hicieran a él capaz de transmitir esta clase de poder a cualquiera de sus sucesores espirituales (a pesar del hecho de que los apóstoles no tuvieron ningún sucesor espiritual, siendo los fundadores de muchas Iglesias). Ustedes incluso han distorsionado la triple cuestión “Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas?”, por la cual el discípulo que había negado a Cristo fue restaurado a las filas de los apóstoles, como un pretendido argumento para el fundamento de la falsa e inexistente “primacía de Pedro”. Sin embargo, este argumento de ustedes no tiene éxito porque el Evangelista escribe característicamente, “Pedro se entristeció a causa de que él le hubiera dicho por tercera vez, ¿Me amas?” (Juan 21: 15-19). Él estaba entristecido y no regocijado porque él recordaba sus tres negaciones. Dentro de la administración conciliar de la primera Iglesia de Jerusalén, que estaba compuesta de los apóstoles todos iguales en rango (de nuevo, después de la elección conciliar de Matías), el apóstol Pedro tuvo, de una parte, la honrosa distinción, de presentar los asuntos que iban a ser discutidos o hablados primero. Él no tenía, sin embargo, el liderazgo de administración ni el simple cargo honorario de jefe, porque este era llevado a cabo por el apóstol Santiago (Adelphotheos).
Nosotros añadiremos ahora concisamente no sólo el igualmente claro testimonio bíblico, sino también los de la historia, desde los cuales se probaría completamente (de acuerdo a nosotros) que el apóstol Pedro no fue ni el fundador de la Iglesia de Roma, ni que él fue martirizado y ni siquiera viajó esa ciudad.
Entre estos testimonios, la mayoría de los cuales están más extensamente desarrollados en el histórico estudio erudito de San Nektarios, obispo de Pentápolis, páginas 12-40, nosotros ponemos ante ustedes la primera epístola católica del apóstol Pablo “A los exiliados de la Dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia, y Bitinia…”, que fue escrita aproximadamente en 62 A.D. En esta epístola, a pesar del hecho de que ella era una epístola católica, la ciudad de Roma no es mencionada, sea porque ella fuese escrita desde Roma, o porque en ese momento al escribirla él no había enseñado en esta ciudad. Sin embargo, la propia epístola descarta la primera opción, puesto que ella sostiene que fue escrita en Babilonia. Esta obviamente es la Babilonia de Egipto (puesto que, de acuerdo a los testimonios históricos no podía ser la antigua Babilonia) al sur de Heliópolis, donde existía allí una vasta comunidad judía, en la cual se conservaba incluso la tumba del profeta Jeremías. Esto también está reforzado por la afirmación de los cristianos de Egipto de que el fundador de la Iglesia de Alejandría fue el apóstol Pedro, quien confió el cuidado de esa Iglesia a su seguidor el Evangelista Marcos. Nosotros por lo tanto concluimos que hasta la composición de la primera epístola católica, es decir cerca de 62 D.C., el apóstol Pedro no había viajado a Roma.
Que el apóstol Pedro no viajó a Roma después de la composición de su primera epístola está atestiguado en su segunda epístola católica, entendiendo, por supuesto, que esta epístola fue escrita obviamente para los cristianos gentiles, mientras que la primera fue escrita para los cristianos judíos. En esta epístola tampoco hay mención de la ciudad de Roma.
Finalmente, el hecho de que, cerca del final de su vida, el apóstol Pedro no viajara a Roma está verificado por la segunda epístola del apóstol Pablo a Timoteo, en la cual él escribe: “En mi primera defensa no tomé mi parte; todos me dejaron. Que no les sea tenido en cuenta a ellos! Pero el Señor permaneció por mí y me dio fortaleza para proclamar el mensaje plenamente, para que todos los gentiles pudieran oírlo”. De esta epístola del apóstol Pablo, que fue escrita cerca del final de su vida, se verifica claramente, que durante su escritura, el apóstol Pedro no estaba en Roma, de otra manera el apóstol Pablo habría tenido que mencionarlo a él por necesidad.
Además, está claro que antes de la composición de esta epístola, el apóstol Pedro no había viajado a Roma. Si él ya hubiera predicado allí no habría sido posible para el apóstol Pablo escribir que “también en Roma los gentiles fueron enseñados y recibieron predicación de él.”
Cuando nosotros añadimos a estos testimonios bíblicos todo eso que es mencionado en los Hechos de los Apóstoles respecto al primer viaje del apóstol Pablo a Roma, algo que nosotros expandiremos brevemente, junto con su epístola a los Romanos, nosotros llegamos a la inevitable conclusión de que, antes del primer viaje del apóstol Pablo a Roma y también de la composición de su segunda epístola a Timoteo, el apóstol Pedro no había viajado a Roma. Adicionalmente, la posibilidad de que el apóstol Pedro hiciera el viaje después de la composición de la epístola, que, como nosotros afirmamos, fue escrita unos pocos años antes de la muerte del apóstol Pablo, debería también ser descartada, por el simple hecho de que no existía ninguna razón para que el apóstol Pedro hiciera eso, puesto que la Iglesia de Roma, que fue fundada por el apóstol Pablo, ya contaba entre ella con una nube de mártires. Como también, el período de tiempo lo descarta, puesto que es altamente probable que poco después de que irrumpió la persecución de Nerón ambos apóstoles fueran martirizados. Ellos no fueron, sin embargo, martirizados en Roma; no existe ningún testimonio histórico serio. Todos los testimonios relevantes, como se probará por lo siguiente, estaban basados en la buena fe sobre una antigua costumbre, que en sí misma estaba basada en libros apócrifos y falsas fuentes.
Además, indisputables testimonios históricos confirman lo opuesto de esta posibilidad en duda. Entre estos testimonios nosotros encontramos el de San Clemente de Roma (88-97 D.C.): “…Pero no insisto sobre antiguos ejemplos, vamos a los más recientes héroes espirituales. Tomenos los nobles ejemplos suministrados en nuestra propia generación. A través de la envidia y los celos, los mayores y más grandes pilares justos [de la Iglesia] han sido perseguidos y muertos. Pongamos ante nuestros propios ojos al ilustre apósto San Pedro, a través de la injusta envidia de otros, soportó no uno ni dos, sino numerosos trabajos; y cuando él hubo finalmente sufrido el martirio, partió al lugar de gloria debido a él. Debido a la envidia, Pablo también obtuvo la recompensa de paciente sufrimiento, después de ser arrojado siete veces en cautividad, obligado a huir, y siendo apedreado. Después de predicar tanto en el Oriente como en el Occidente, él ganó la ilustre reputación debida a su fe, habiendo enseñado justicia al mundo entero, y habiendo llegado al extremo límite del Occidente, y [finalmente] sufriendo el martirio bajo los prefectos. De esta manera él fue removido del mundo, y fue al lugar santo, habiendo probado él mismo un sorprendente ejemplo de paciencia”. De estas palabras de nuestro Santo Padre nosotros sacamos la conclusión cierta de que ninguno de los Jefes de los Apóstoles fue martirizado en Roma, porque de otra manera él habría mencionado este hecho, y en adición, que ellos no fueron ejecutados por la acusación de comenzar el Gran Incendio de Roma, sino a causa de envidia y celos, y finalmente que sólo el apóstol Pablo se convirtió en un predicador en Occidente. “y habiendo llegado al extremo límite del Occidente.”
Está también verificado que el apóstol Pablo viajó a España (que era el extremo límite del Occidente), puesto que él escribe en su epístola a los Romanos: “Yo he querido hace tiempo ir a ustedes, yo espero verlos al pasar cuando yo vaya a España, y apresurarme en mi viaje allí por ustedes…” Además, de acuerdo a San Clemente, él fue evidentemente martirizado allí, “y habiendo venido al extremo límite del Occidente” (ἐ πί τό τέρ μ α τ ῆ ς Δύσεως ἐ λθών).
Sin consideración, no obstante, del tiempo y el lugar de la muerte de los Jefes de los Apóstoles, en nuestra opinión, el más significativo testimonio del hecho de que el apóstol Pedro no viajó a Roma antes que el apóstol Pablo, y por lo tanto que él no fundó la Iglesia en Roma, se concluye de la juxtaposición de la epístola a los Romanos con los Hechos de los Apóstoles respecto del primer viaje de Pablo a Roma.
Los cristianos de Roma (para quien fue escrita la epístola a los romanos) aparentemente procedían, de un lado, de los gentiles de Siria, Macedonia, y Grecia, que habían sido anteriores aprendices del apóstol Pablo, y de otro lado de la vasta comunidad judía en Roma. Sin comprender una Iglesia organizada ellos estaban juntándose y aparentemente estaban siendo enseñados en varios hogares, tales como los de Aquilla y Priscilla. Nosotros reunimos esto del primer capítulo de su epístola, versículos 6 a 15 (en donde el apóstol destaca que él es “Apóstol de los Gentiles”, y “Yo estoy ansioso por predicar el evangelio a ustedes también que están en Roma”), como también del capítulo decimosegundo, versículo 13 “Ahora yo estoy hablándole a usteds los gentiles…”
Y así, escribiendo desde Corinto, alrededor de 58 D.C., a los cristianos de Roma, el apóstol Pablo enfatiza: “así que desde Jerusalén y tan lejos como Illyricum yo he predicado plenamente el evangelio de Cristo, cumpliendo así mi ambición de predicar el evangelio, no donde Cristo ya había sido nombrado, para no construir sobre el fundamento de otro hombre”. Y él añade: “Esta es la razón por la cual yo he estado tan afligido de venir a ustedes… Yo he esperado por muchos años ir a ustedes. Yo espero verlos a ustedes al pasar cuando yo vaya a España”. ¿No es esto suficiente prueba de que, al escribir a los cristianos de Roma, el apóstol Pablo sabía muy bien que hasta entonces, “ningún otro les había hablado a ellos de Cristo”, y que “ningún otro había hecho una fundación”, y de esta forma por aquellas razones él deseaba visitarlos a ellos?
Consecuentemente, el apóstol Pedro no había viajado a Roma antes de la composición de esta epístola, esto es, antes de 58 D.C. ¿Quizás él hizo el viaje durante el período de dos años que transcurrió entre la escritura dela epístola y la primera visita de Pablo a Roma? Para nosotros, lo que se menciona en los Hechos de los Apóstoles con respecto a la primera visita del apóstol Pablo a Roma, y su subsecuente estadía de dos años, descarta esto completamente. Aquí está un resumen de los eventos:
Los hermanos cristianos de Roma recibieron al apóstol Pablo y a aquellos con él, viniendo “tal lejos como del Foro de Appius”. El hecho de que estos cristianos eran conocidos del apóstol es evidente por el hecho de que ellos vinieron para reunirse con él y que, después de verlos a ellos, el apóstol “tomó ánimo”. No obstante, no existe entre aquellos hermanos ningún obvio “obispo” de la Iglesia de Roma, ni presbítero. De otra manera, habría habido especial mención del mismo, como es el caso con los presbíteros de la Iglesia en Éfeso.
Después de eso, recibiendo el permiso para permanecer “en su propia morada alquilada” (en donde él residió por dos años), él invita, tres días después de su llegada a Roma, a “los ancianos locales de los judíos”, hablando con ellos acerca de Nuestro Señor Jesucristo, “de la esperanza de Israel por la que yo estoy encadenado con estas cadenas. Respondiendo que ellos no habían recibido ninguna carta acerca de él, y sosteniendo como judíos (y especialmente como ancianos de los judíos en Roma) que a ningún otro entre sus compañeros hebreos había sido previamente reportado o se le había hablado ningún mal acerca de él, ellos pidieron escuchar su enseñanza, que ellos llaman herejía, porque ellos sabían que “en todas partes se hablaba contra ella”. Se escogió un día el apóstol comenzó su enseñanza, “y alagunos fueron convencidos por lo que él dijo, mientras otros no creyeron”.
Es a aquellos que fueron convencidos, y al remanente de los hermanos cristianos preexistente, que estaba dirigida la epístola a los Roomanos; y fue por estos mismos que el apóstol Pablo fundó la Iglesia de Roma, ordenando a su discípulo Linus como obispo. ¿Cómo entonces es posible en este detallado relato de la primera visita del apóstol Pablo a Roma, y su subsecuente estadía de dos años, que no hubiera la menor alusión a la visita del apóstol Pedro, o a la existencia de una Iglesia organizada fundada por él, o al nombre del obispo de esta Iglesia?
¿Cómo, también, están los “ancianos locales de los judíos” en Roma callados acerca de la anterior presencia del apóstol Pedro, el “hermano” y “maestro” de los judíos? Ciertamente, ellos afirman que “ninguno de los hermanos” había todavía venido a ellos, y ellos hacen demandas al apóstol Pablo para escuchar la enseñanza cristiana. Si el apóstol Pedro hubiera viajado previamente a Roma y hubiera predicado y establecido una Iglesia ¿Sería posible para los “ancianos locales de los judíos” no estar conscientes de esto? En su discusión con el apóstol Pablo es posible que no hubiera ninguna intimación acerca de un obispo?
En adición, las epístolas del apóstol Pablo a los Filipenses, Colosenses y Tito, que indudablemente fueron escritas en Roma durante la estadía de dos años del apóstol en esa ciudad, en ninguna parte mencionan al apóstol Pedro, no obstante, especialmente en la carta a los Colosenses, hay referencia a muchos otros nombres. Todo esto comprende un irrefutable testimonio del hecho de que el apóstol Pedro ni fue a Roma antes que el apóstol Pablo, ni después, o durante la jornada de este último. Adicionalmente confirmación de que el apóstol Pedro nunca había viajado a Roma se encuentra en la segunda epístola a Timoteo, que, como ya se afirmó, fue escrita desde Roma poco antes de la muerte del apóstol Pablo (64-67 A.D.).
No obstante, otros verificados hechos históricos, en combinación con los anteriormente mencionados testimonios bíblicos, demuestran que las alegaciones papistas respecto de los continuos viajes del apóstol Pedro a Roma –desde su llegada en 41 D.C. hasta su martirio bajo Nerón en 66 D.C. –son completamente falsos.
Es así cierto que el apóstol Pablo fue convertido en 37 D.C., “Entonces después de tres años yo fui a Jerusalén a visitar a Cefas, y permanecí con él cincuenta días”. Y así el primer encuentro de los dos apóstoles tuvo lugar en Jerusalén en 39 D.C. El apóstol Pablo confirma, en esta misma epístola, que él fue a Jerusalén por segunda vez “después de catorce años” con los apóstoles Barnabas y Tito. Fue durante su segunda visita que tuvo lugar el Primer Concilio Apostólico de Jerusalén –concerniente a la forma en que los gentiles iban a ser recibidos en la iglesia.
Y así, después de catorce años, es decir desde 39 D.C. hasta 53 D.C., el apóstol Pedro se encuentra estando en Jerusalén tomando parte en el Primer Concilio Apostólico. Evidentemente durante el mismo año él extiende al apóstol Pablo y a Barnabas –junto con Juan– “la mano derecha de compañerismo”, y después de eso es confrontado por el apóstol Pablo en Antioquía.
En 58 D.C., como nosotros hemos afirmado previamente, la epístola a los Romanos es escrita desde Corinto, en la que el apóstol Pablo está seguro de que ninguno en ese momento había viajado a Roma. En 60 D.C. él va por última vez a Jerusalén, 140 desde que el apóstol Pedro está obviamente ausente, porque el apóstol Pablo sólo visita a Santiago, con quien “todos los ancianos estaban presentes”. Después de ser arrestado en Jerusalén él es transferido a Cesarea, en donde él permanece en arresto por dos años, 141 y desde la cual él evidentemente escribe la epístola a los Efesios. Desde allí él es transportado por primera vez a Roma, alrededor de 62 D.C.
Por lo tanto, en resumen, cuando nosotros tomamos en cuenta lo siguiente, ¿No se hace innegablemente claro que, el apóstol Pedro, estando ausente de Jerusalén durante el último viaje del apóstol Pablo allí, se encontraba verdaderamente, durante este período, en Babilonia de Egipto, de donde él escribe su primera epístola católica, y en la que él no hace mención de Roma, por la explícita razón de que él no había todavía viajado allí? 1) Que el apóstol Pedro tenía conocimiento de la carta del apóstol Pablo a los Efesios, que fue escrita alrededor de 62 D.C., cuando él escribió su propia primera epístola católica a los judíos cristianos de la Diáspora “Pontus, Galacia, Capadocia, Asia, y Bitinia…”; 2) Que poco después de la composición de esta epístola, durante el último viaje de Pablo a Jerusalén, el apóstol Pedro está ausente de esa ciudad; y 3) Que desde la escritura de la epístola a los Efesios (60-62 D.C.), hasta el primer viaje del apóstol Pablo a Roma, durante el cual él estaba atado y escoltado, el apóstol Pedro no había viajado [ni] una vez a Roma (como está probado por el detallado relato, en los Hechos de los Apóstoles, de la primera visita del apóstol Pablo allí, sobre el que nosotros nos expandimos antes). De la combinación de todos estos testimonios nosotros sacamos la irrefutable conclusión de que el apóstol Pedro no viajó a Roma antes del apóstol Pablo.
En adición, de la combinación de las epístolas de Pablo a los Filipenses, los Colosenses y a Tito, que fueron innegablemente escritas en Roma durante sus muchos años de estadía allí (y en las que no se encuentra rastro del apóstol Pedro, incluso si bien otros nombres son mencionados en la carta a los Colosenses), se concluye también indudablemente que durante la estadía del apóstol Pablo en Roma el apóstol Pedro no viajó allí previamente, pues, como nosotros hemos sostenido previamente, no existía ninguna razón para que él viajara allí, en tanto que la Iglesia de Roma, fundada por el apóstol Pablo, estaba floreciendo, y que pronto después comenzó la gran persecución de Nerón. Finalmente, desde la segunda epístola del apóstol Pablo a Timoteo, que fue escrita desde Roma poco antes de la muerte del primero, lo que nosotros desarrollamos arriba se corrobora, es decir que el apóstol Pedro nunca viajó a Roma.
En esta forma las afirmaciones contrarias de los teólogos papistas, como también los detalles relevantes dados por Eusebio, Ireneo de Lyon, Dionisio de Corinto y Gaius el Presbítero, que estos teólogos invocan, se prueba que están sin base y son falsas, y esto porque esos detalles están obviamente basados sobre textos apócrifos y fuentes inexactas.
Del mismo “…Estudio” de San Nektarios (pgs. 32-40) nosotros tenemos para decir lo siguiente respecto de estos detalles: “NOsotros vemos que hasta el fin de 66 D.C. Pablo estaba vivo y libre en Roma. Porque Pedro no es mencionado en ninguna parte nosotros concluimos que él no estaba en Roma…”
Como también, que Pedro no viajó a Roma después de esto, o al menos hasta 81 D.C., está probado por los escritos de Eusebio, quien se contradice él mismo. Eusebio, en su libro tercero capítulos uno y dos y en el primer capítulo de su libro cuarto como también en otras partes, escribe que Pedro viajó a Roma y allí ordenó a Linus como primer Obispo de Roma. En su segundo libro, capítulo veinticinco, él escribe que Pedro fue muerto en Roma bajo Nerón. Sin embargo, en el capítulo trece del libro tres, él mismo escribe: “Después de que Vespasiano había reinado diez años, Tito, su hijo, lo sucedió a él. En el segundo año de su reinado, Linus, quien había sido obispo de la Iglesia de Roma por doce años, entregó su cargo a Anacleto.”
Veamos que ese año corresponde al segundo año del reinado de Tito, durante el cual Anacleto recibió su episcopado. Claudio gobernó de 40 hasta 54 D.C. Nerón desde 54 hasta 68 D.C. Vespasiano desde 69 hasta 79 D.C. Tito desde 79 hasta 81 D.C. y un tercio más de ese año.
Así, si nosotros restamos los 12 años del episcopado de Lino desde el año 81 D.C. nosotros tenemos 81 – 12 = 69. Así, de acuerdo a la cronología exacta y al testimonio de Eusebio, Lino fue ordenado durante los años 69-70 D.C.
Esto suscita la cuestión, de ¿Cómo, en el capítulo cuarto del libro tercero, escribe Eusebio antitéticamente, “pero Lino, a quien él menciona en la Segunda Epístola a Timoteo como su (Pablo) compañero en Roma, fue el sucesor de Pedro en el episcopado de la iglesia allí, como había sido mostrado ya”? ¿Cómo fue él ordenado por Pedro, quien de acuerdo a los papistas, fue martirizado durante el año 66 D.C.?
Esto apoya nuestra afirmación de que la frase “fue el sucesor de Pedro” debería en su lugar leerse “fue el sucesor de Pablo”. Estos detalles acerca de la ordenación de Lino en 69 o 70 D.C. confirman un segundo viaje a Roma por el apóstol Pablo, quizás después de su viaje a España. En adición ello significa que él todavía estaba vivo y por lo tanto no fue martirizado, junto con el apóstol Pedro, en 66 D.C. bajo Nerón. Que era Pablo y no Pedro está también atestiguado por el libro El Didache LX (60), capítulo XLV (45), el cual alude sólo al apóstol Pablo y en absoluto a Pedro.
El episcopado de Anacleto, de acuerdo a Eusebio, se prolongó por doce años. “En el doceavo año del mismo reinado Clemente sucedió a Anacleto después de que este último hubiera sido obispo de la Iglesia de Roma por doce años.”
De acuerdo a la cronología exacta, Tito murió, como nosotros afirmamos, en 81 D.C. y el liderazgo fue tomado por Domiciano. De esta forma, si nosotros agregamos 12 a 81 nosotros tenemos 93, el año en el cual Clemente fue ordenado como el tercer sucesor del trono Episcopal Romano, y todavía los papistas alegan que él también fue ordenado por el apóstol Pedro!
En Eusebio nosotros encontramos el siguiente pasaje de Ireneo: “Los benditos apóstoles, habiendo fundado y establecido la iglesia, confiaron el cargo del episcopado a Lino”. En adición, en el capítulo VIII del mismo libro se encuentra también otro pasaje de Ireneo: “Mateo publicó su evangelio entre los hebreos en su propia lengua, mientras Pedro y Pablo estaban predicando y fundando la iglesia en Roma. Después de su partida, Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro, también nos transmitió a nosotros por escrito aquellas cosas que Pedro había predicado.”
De acuerdo a estos dos pasajes de la historia de Ireneo nosotros aprendemos siete detalles: 1) Que Pedro y Pablo co-fundaron y construyeron la Iglesia de Roma, 2) Que ambos ordenaron a Lino como obispo de la Iglesia de Roma, 3) Que el Evangelista Mateo escribió su Evangelio en hebreo, 4) Que él estaba escribiendo durante el tiempo que Pedro y Pablo estaban evangelizando y fundando la Iglesia de Roma, 5) Que Pedro y Pablo perdieron la vida simultáneamente, 6) Que Marcos se convirtió en el intérprete de Pedro en Roma, 7) Que Marcos escribió su Santo Evangelio después de la partida de los apóstoles.
Veamos si esto es de veras como ocurrieron las cosas. Ireneo sostiene que Pedro y Pablo fundaron juntos la Iglesia de Roma. Ireneo vivió durante el siglo segundo (140-202 D.C.). Él obtuvo su información de Roma, y el creía el mito acerca de Simón el Mago. Él escribe que ciertamente fue erigido en Roma un edificio en honor de Simón el Mago y sus artes mágicas. La aceptación del mito como una verdad historica explica la aceptación del viaje de Pedro a Roma durante el reinado de Claudio César, porque este mito relata todas las luchas de Pedro y Pablo contra Simón el Mago, como también los viajes de Pedro allí.
Antes de Ireneo, Justino el filósofo y mártir, quien tuvo éxito en la segunda mitad del siglo segundo, también creía el mito, habiendo sido convencido por los cristianos de Roma. Aquí están las palabras de Justino: “Hubo un Samaritano, Simón, un nativo de la villa llamada Gitto, quien en el reinado de Claudio César, y en su real ciudad de Roma, hacía poderosos actos de magia, por virtud del arte de los demonios que operaban en él. Él era considerado un dios, y como dios fue honrado por ustedes con una estatua, la cual fue erigida sobre el río Tíber, entre los dos puentes, y llevaba esta inscripción, en la lengua de Roma: ‘Simoni Deo Sancto’.”
De acuerdo a los Escritos Pseudo-Clemente, Simón el Mago predijo que él iba a ser honrado en Roma como un dios, y por su causa ellos erigirían un edificio. Incluso si bien la literatura Pseudo-Clementina apareció durante este período, el mito de Simón el Mago y su persecución en las manos de Pedro es muy anterior, apareciendo al comienzo del siglo segundo.
Los Hechos de los Apóstoles Pedro y Pablo y el perdido Enseñanza de Pedro son obras apócrifas que tienen sus comienzos en el siglo primero. Ellos son producto de la comunidad judía cristiana que no se apartó de las costumbres y adoración de la Ley, y que, a causa de su devoción a la religión judía, hizo guerra contra el apóstol Pablo y sus enseñanzas. Algunos de ellos posteriormente crearon la herejía de los Ebionitas, mientras que otros se unieron a los Esenios. Esta es sin duda la fuente de la cual bebieron Justino e Ireneo, y por lo tanto la información de Ireneo acerca de la fundación y construcción de la Iglesia de Roma por Pedro y Pablo carece de validez histórica.
Examinemos la exactitud histórica del segundo detalle, que nos dice que ambos apóstoles confiaron el episcopado de la Iglesia de Roma a Lino (donde como en el libro III, capítulo IV nos informa que Pedro solo estableció a Lino como obispo). Este detalle puede ser dividido en dos partes: Como una errónea conclusión sacada de una tradición inexacta, y como una verdad histórica. La conclusión fue sacada de una falsa tradición concerniente al mito de Simón el Mago, mientras que la ordenación de Lino como obispo por Pablo es verdad histórica.
El tercer detalle, es decir que el Evangelista Mateo escribió en el dialecto hebreo, es sólo útil para nosotros en tanto que está relacionado al cuarto detalle, por el cual nosotros somos informados que Mateo escribió durante el período en el cual Pedro y Pablo estaban evangelizando y fundando la Iglesia de Roma. Nosotros ya vimos que Ireneo aceptó de buena fe el mito de Simón el Mago como hecho histórico, y consecuentemente la colaboración de Pedro y Pablo en Roma, que, como nosotros hemos mostrado ya, carece de validez histórica. Así ¿Cómo podría el evangelio según Mateo ser escrito simultáneamente con algo que nunca tuvo lugar, es decir la fundación de la Iglesia en Roma por ambos apóstoles Pedro y Pablo?
El testimonio de Ireneo está probado ser incorrecto de acuerdo al propio Mateo, que testifica haber estado escribiendo durante el comienzo de la Guerra Judía de 67 D.C., como es aparente del capítulo veinticuatro, versículo quince, y por lo tanto después del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo. La inspección de cerca revela que este detalle de Ireneo es inexacto, y nosotros no podemos por lo tanto basarnos nosotros mismos sobre este testimonio que él no obstante recibió de buena fe.
En cuanto al quinto detalles, que Pedro y Pedro encontraron fin al mismo tiemo (en Roma), nosotros no encontramos ningún testimonio salvo en fuentes apócrifas, que están desprovistas de validez. El testimonio de Dionisio de Corinto, que corresponde alrededor de 170 D.C., y quien escribió al obispo de Roma –“Usted también por esta instrucción ha mezclado juntos a los romanos y corintios quienes están plantados por Pedro y Pablo. Pues ambos vinieron a nuestro Corinto y nos plantaron, y enseñaron de la misma forma; y de la misma forma yendo a Italia y enseñando allí, fueron martirizados al mismo tiempo.” –está también carente de validez, puesto que está sacado de las mismas fuentes apócrifas. Si esto tiene algo de verdad se encuentra en el dicho de que tanto Pedro como Pablo predicaron en Corinto, un hecho que es sostenido en la primera carta de Pablo a los Corintios, en donde él los regaña a ellos por estar divididos entre ellos, cada uno diciendo “yo soy de Pablo”, o “yo soy de Apollos”, o “Yo soy de Cefas”. Sin embargo, él no agrega nada acerca de la predicación de Pedro en Roma. Si, a pesar de esto, los teólogos de Roma tienen una diferente opinión, que ellos rindan primacía y autoridad a la Iglesia de Corinto, pues no sería correcto para la más vieja ser privada mientras que la más joven hace alarde.
En adición, el testimonio de Cayo el Presbítero, quien vivió al comienzo del siglo tercero, quien escribió a Proclus respecto de “trofeos (τρόπαια) de los Apóstoles” (esto es, las tumbas de los apóstoles en Roma), quien viene después de los testimonios de Ireneo y Justino (ninguno de quienes relató nada acerca de los “trofeos”), quien viene después de los escritos Pseudo-Clementinos (que fueron compuestos para apoyar las ambiciones de los Papas), no puede tener validez, porque aquellos que escribieron la literatura Pseudo-Clementina podrían haber construido los “trofeos de los Apóstoles”. De otra manera, allí existirían las “trofeos” del apóstol Pablo (cadenas), que podrían ser adscritas a ambos apóstoles. En breve, el testimonio de Cayo, con la exhibición de los “trofeos”, no añade nada.
Cuando Cayo habla de los “trofeos” de aquellos que habían fundado la Iglesia de Roma ¿Cómo es obvio que él está hablando de Pedro? Esto es lo que es llamado en lógica, pelitio principii. En otras palabras, es necesario haber probado ya que Pedro estaba entre los fundadores de la Iglesia de Roma para nosotros reconocer que Cayo está conmemorando la existencia de la tumba del apóstol Pedro en Roma.
Así, cuando él escribe de los fundadores de la Iglesia de Roma, ¿A quién se refiere? Pablo y sus discípulos; pues no sólo los doce son llamados apóstoles, sino también sus compañeros trabajadores y discípulos. De esta forma, Lucas llama a Barnabas un apóstol. Pablo, muchas veces, nombra como apóstoles a Tito, Timoteo y Silas, mientras que Clemente de Alejandría a llama a Clemente de Roma, quien es contemporáneo de Cayo, un apóstol.
Sin embargo, el argumento importante en las mentes de aquellos que dicen que Pedro fundó la Iglesia de Roma, es decir, que Cayo escribe acerca de los “trofeos de los apóstoles” en Roma, no puede posiblemente ser verdad porque está en total conflicto con los hechos.
Caius menciona los “trofeos de los apóstoles”, que cualquiera puede ver en el Vaticano o en la Via Ostiensis, en dos sitios muy conspicuos. ¿Habría sido esto posible, sin embargo, durante una era cuando los cristianos estaban escondiéndose por sus vidas?
Si estas tumbas verdaderamente existieran, como menciona Caius, ellas habrían sido construidas en el siglo segundo, esto es, bajo Trajano o Adriano, porque sólo entonces disfrutaron los cristianos de un poco de libertad. Pero, si ese es el caso, ¿Por qué Pablo de Samosata, obispo de Antioquía, quien escribió alrededor del año 260 D.C., no menciona nada acerca del tema? ¿Y por qué Ammonius de Alejandría, quien escribió su interpretación de los Evangelios circa 250 D.C., no menciona nada? ¿Por qué Marcus Minicius Felix (213 D.C.), en su diálogo sobre religión, no escribe nada? De la misma forma, Luciano, presbítero de Antioquía, y Dionisio, obispo de Antioquía, quien escribió alrededor del año 240 D.C., no menciona nada.
El testimonio de Orígenes respecto de la muerte de Pablo en Roma bajo Nerón es refutado por Clemente de Roma, quien escribió “y llega al extremo límite del Occidente, y sufrió martirio bajo los prefectos”. Incluso si, debido a su vaguedad, nosotros no tomamos la posición de que él fue martirizado en España, seguramente Roma no puede ser descrita por la frase “extremo límite del Occidente”.
Ni tiene el testimonio de Eusebio, que relata la muerte de los dos apóstoles en Roma, ninguna validez, porque él también, como nosotros afirmamos ya, a menudo se contradice a sí mismo, y ha sacado sus hechos de fuentes no confiables. Evidencia de esto se encuentra en el hecho de que él relata el mito de Simón el Mago como hecho histórico, mientras al mismo tiempo relatando acerca de la muerte de los dos apóstoles, aparentemente de manera imprudente acepta toda tradición y pieza de información como verdad histórica.
El sexto detalle –que Marcos era el intérprete de Pedro en Roma– es refutado por la propia Sagrada Escritura. Es posible que Maracos fuera intérprete de Pedro, sin embargo no en Roma. Más bien, Egipto es más probable, puesto que en Egipto se hablaba copto, griego y latín. No es posible que esto tuviera lugar en Roma porque a) Pedro nunca viajó a Roma; y b) como nosotros vimos, hasta 62-63 D.C. Marcos estaba en Egipto con Pedro, y luego después de eso, como nosotros aprendimos concerniente a las cartas de Pablo, él sirvió como ayudante de Pablo, y ninguna mención es hecha de Pedro. Así este detalle de Ireneo está también privado de validez por el testimonio de la Escritura; y puesto que no está apoyado por esta última, falla. Parece, sin embargo, que este detalle incluye una verdad: Marcos fue intérprete de Pedro; y puesto que esto no ocurrió en Roma, ello fue probablemente en Egipto, lo que apoya nuestra opinión concerniente a dónde fue compuesta la primera epístola católica.
La séptima pieza de información –que Marcos escribió su Evangelio después de la muerte de los apóstoles– en ninguna forma apoya la idea de que él fuera escrito en Roma. En particular, el reporte de Eusebio “que la obra obtuvo la sanción de su [la de Pedro] autoridad”, como está registrado en el capítulo quinceavo de su segundo libro, está también desprovisto de validez histórica. He aquí la prueba: El Evangelio según Mateo fue traducido al griego. Comparando los tres evangelios, es decir la traducción del de Mateo con las de Lucas y Marcos, se muestra que estos últimos tenían en la mente la traducción del de Marcos mientras escribía. Esto porque cuarenta y dos versículos de los Evangelios según Marcos y Lucas son idénticos con el Evangelio según Mateo. Por lo tanto, Marcos compuso su Evangelio mucho después.
Es altamente probable, si no enteramente cierto, que él escribió su Evangelio en Alejandría, en donde, en la posición de intérprete de Pedro él puso por escrito lo que había sido predicado, para el beneficio de aquellos que habían creído. De esta manera, el testimonio de Ireneo, teniendo tantos puntos débiles, no puede servir como fundamento sobre el cual erigir la primacía papal. Todos los testimonios de los cuales hemos hablado tienen la misma validez.
Y así, por ninguna parte está probado que el apóstol Pedro viajara a Roma, ni que él predicara y muriera allí. Más bien lo opuesto es atestiguado por las Sagradas Escrituras y la Historia Eclesiástica.
De este detallado y analítico criticismo de la información dada por Ireneo de Lyon, Dionisio de Corinto, Caius el Presbítero de Roma, Orígenes y Eusebio concerniente al viaje del apóstol Pedro a Roma y la fundación por él, y el apóstol Pablo, de la Iglesia de Roma, en nuestra opinión, completamente prueba que estos detalles están basados sobre erróneas costumbres y fuentes locales, y además, obviamente en oposición a la clara y conflictiva evidencia de la Escritura y la Historia.
En cuanto nosotros recogemos de los escritos Pseudo-Clementinos, estas fuentes erróneas y tradiciones fueron obviamente, y muy oportunamente, fabricadas por el papismo, y puestas en circulación durante el fin del siglo segundo, habiendo concebido la idea de reemplazar el “imperium” mundial y el “Pontifex maximus” de los emperadores romanos con algo más espiritual y supuestamente cristiano.
Como era sólo natural, bajo las condiciones espirituales generales de la época, y con las dificultades de comunicación espiritual entre las grandes y distantes ciudades, y con la falta de medios para confirmar la autenticidad de los escritos, que en ese tiempo estaban circulando en pergaminos, un análisis propio, directo y crítico de la tradición relativa y fuentes no era posible.
Sin embargo, incluso si, y a pesar de todo esto, nosotros aceptamos que el apóstol Pedro viajó a Roma después, o incluso antes que el apóstol Pablo (incluso si bien esto último es imposible de acuerdo a lo que nosotros hemos establecido) y que él fundó la Iglesia de Roma con o incluso antes que el apóstol Pablo, el papismo todavía no encontraría ningún argumento para justificar o reclamar “primacía” sobre toda la iglesia, porque, como nosotros hemos probado ya, el apóstol Pedro no tuvo semejante “primacía”. En adición, la posibilidad de su muerte allí, no confiere al obispo de la Iglesia de Roma ningún especial poder o jurisdicción sobre toda la Iglesia.
Concerniente a este sujeto, el siempre memorable Arzobispo de Bulgaria, León muy correctamente enfatiza en la apertura de su carta lo siguiente:
“Si Roma es primera porque ella recibió al obispo jefe, cuán mucho más debería Antioquía tener primacía, porque, antes de Roma, el apóstol Pedro fue obispo de Antioquía. Todavía, si Roma estaba condenada a ser primera, porque allí el Jefe de los Apóstoles alcanzó su fin en el martirio, cuánto mucho más debería Jerusalén tomar precedencia sobre Roma? Incluso si la primacía de las sedes es una consecuencia de la calidad de las personas, ¿Cómo entonces Jerusalén no prevalece gloriosamente sobre las demás? Pues el común creador Él mismo y maestro de Pedro y de todas las personas sin excepción, el primero y Sumo Sacerdote, la fuente de toda vida y del Sumo sacerdocio, vivió allí y voluntariamente se sacrificó a Sí mism por la salvación del mundo. Y de nuevo, si Roma busca primacía a causa del apóstol jefe, Bizancio debería ser primera, porque Andrés fue el primer llamado y más viejo que su hermano (Pedro)…”
Después de leer lo anterior, su reciente presentación de las supuestas Santas Reliquias del apóstol Pedro, desconocidas por dos siglos, sorprendentemente presenta el trágico carácter de su sistema religioso…
Con respeto
+ Andrew of Dryinoupolis, Pogoniani and Konitsa
+ Seraphim of Piraeus and Faliro
(Carta a Francisco. HOLY AUTOCEPHALOUS ORTHODOX CATHOLIC CHURCH OF GREECE. April 10, 2014. http://cdn.romfea.gr/images/stories/photos/2014/4/romfea1/spiti/Epistle%20to%20Pope%20Francis%20I.pdf visto el 04/20/2014)
Hay realmente más problemas que los que los obispos Ortodoxos Griegos han planteado. Algunos de ellos asociados con Pedro están en el artículo.
Los eruditos Católicos Romanos saben que la posición comúnmente enseñada de que Pedro fue el primer papa en Roma y que Roma gobernó a toda la cristiandad desde el comienzo es falsa.
Aquí hay un par de citas de tres eruditos Católicos, dos de los cuales son sacerdotes:
SI BIEN LA TRADICIÓN CATÓLICA, COMENZANDO EN el final del siglo segundo y comienzos del siglo tercero, mira a San Pedro como el primer obispo de Roma y, por lo tanto, como el primer papa, no hay evidencia de que Pedro estuviera involucrado en el inicial establecimient de la comunidad cristiana en Roma (ciertamente, lo que la evidencia que hay parecería señalar en la dirección opuesta) o que él sirviera como el primer obispo de Roma. Ni hasta el pontificado de San Pío I en la mitad del siglo segundo (ca. 142-ca. 155) tuvo la Iglesia Romana una estructura monoepiscopal de gobierno (un obispo como líder pastoral de una diócesis). Aquellos que la tradición Católica enlista como inmediatos sucesores de Pedro (Lino, Anacleto, Clemente, et al.) no funcionaron como el único obispo de Roa (McBrien, Richard P. Vidas de los Papas: Los Pontífices desde San Pedro hasta Benedicto XVI. Harper, San Francisco, 2005, ed. puesta al día, p. 25).
La leyenda posterior llenaría los detalles de la vida y muerte de Pedro en Roma –sus peleas con el mago y padre de la herejía, Simón el Mago, sus milagros, su pretendido escape de la persecución en Roma, una huída de la que él se volvió atrás por una visión de Cristo que le reprochaba (la leyenda de ‘Quo Vadis’), y finalmente su crucifixión boca abajo en el Circo Vaticano en el tiempo del emperador Nerón. Estos relatos habrían de ser aceptados com historia seria por algunas de las mentes más grandes de la primera Iglesia –Orígenes, Ambrosio, Agustín. Pero ellos son novelas pías, no historia, y el hecho es que nosotros no tenemos ningún relato confiable sea de la posterior vida de Pedro o de la manera o el lugar de su muerte. Ni Pedro ni Pablo fundaron la Iglesia en Roma, pues había cristianos en la ciudad antes de que cualquiera de los apóstoles pusiera pie allí. Ni ponemos nosotros asumir, como hizo Ireneo, que los apóstoles establecieran allí una sucesión de obispos para llevar a cabo su obra en la ciudad, pues todas las indicaciones son que no hubo un obispo singular en Roma por casi un siglo después de las muertes de los apóstoles. De hecho, adonde quiera que nos volvems, los sólidos esbozos de la sucesión petrina en Roma parecen esfumarse y disolverse…
Ni Pablo, ni los Hechos ni ninguno de los Evangelios nos dice nada directo acerca de la muerte de Pedro, y ninguno de ellos incluso sugiere que el papel especial de Pedro pudiera ser pasado a ningún ‘sucesor’ singular. No hay, por lo tanto, nada que se aproxime directamente a una teoría papal en las páginas del Nuevo Testamento. (Duffy, Eamon. Santos & Pecadores: Una Historia de los Papas. Yale University Press, New Haven (CT), 2002, pp. 2, 6).
Ireneo se enfoca sobre la Iglesia de Roma que él describe como “la más grande, la más antigua y conocida de todas, fundada y establecida por los dos más gloriosos apóstoles, Pedro y Pablo”. Aquí nosotros debemos reconocer un poco de retórica, puesto que la iglesia de Roma no era obviamente tan antigua como las de Jerusalén o Antioquía, ni fue realmente fundada por Pedro o Pablo. (Sullivan, F.A. De Apóstoles a Obispos: El desarrollo del episcopado en la primera iglesia. Newman Press, Mahwah (NJ), 2001, p. 147).
La única posible área que tenía el tipo de liderazgo y ‘sucesión apostólica’ que la Iglesia de Roma ahora reclama era la Iglesia de Dios en Asia Menor. Y esto está confirmado por los hechos de la historia, incluyendo escritos Católicos Romanos, si la gente está dispuesta a aceptar la verdad.
La mayoría no está dispuesta aceptar la verdad acerca de lo que realmente sucedió y en dónde está ahora la verdadera iglesia. ¿Qué hay acerca de usted?